martes, 29 de mayo de 2012

Je peux.

Je peux.

Podría arder en llamas,
podría hablar de ti,
incluso traerte de vuelta a mi cama
con solo activar la memoria.
Podría sangrar,
y luego sanar,
ahorrarme las lágrimas
y en sueños llorarte.
Podría llamarte,
quererte despacio,
domesticar al circo de enanos
que ríen la muerte de este desamor.
Como poder podría odiarte,
desde el centro donde aprendí
a esperarte,
y olvidarte,
domando a mi mala educación
de callarte en estéreo.
Podría decirte
que podrías volver,
y como poder podría
posiblemente
dejar la puerta abierta,
por si pudieras
que te quedases.

lunes, 7 de mayo de 2012

El problema...


El problema...

El problema de los tristes
es que siempre están penando,
por el día en que no fue,
por el que aun está llegando.

El problema del después
es que siempre está esperando,
a que pase un nuevo tren
que es el dónde y es el cuándo.

El problema del azar
es que no elige su presa,
más si alguna le interesa
éste le hará tropezar.

El problema es que tú eras
el problema y a la vez la solución,
nunca pude resolverte
y ese fue mi gran problema.

(Hace unos días tuve la suerte de poder compartir una bonita mañana de primavera en el programa de radio ''Waking up the sound'' haciendo una entrevista. Los curiosos pueden escucharla en: http://www.ivoox.com/49-wuts-04-05-2012-entrevista-lena-carrilero-audios-mp3_rf_1205827_1.html)
Gracias a todos, por todo lo que uno no se acuerda nunca de dar las gracias.

martes, 1 de mayo de 2012

Del verbo mirar.



''Cada vez que se va sigue volviendo,
pero nunca está si le quiero encontrar.''

Del verbo mirar.

Vamos a morir de pie
cara a cara,
escupiendo nuestra indiferencia
por los ojos,
no tengas miedo
de gritar que me odias,
ódiame con la misma fuerza
con la que me besabas,
me daré por satisfecha.

No apartes la mirada,
un agujero negro
que se tragó al olvido
nos separa y nos enmienda,
en caminos más cortos
me he perdido,
en camas más hondas
te has hallado.

Ahora sabemos que este error
al que denominamos ''amor''
era sólo un espejismo,
un logaritmo intempestivo,
el accidente de dos fuerzas
con la misma gravedad
que caen en el segundo exacto
en el que nos miramos sin piedad,
y nos desconocemos.

Hemos cambiado,
y no queremos verlo.
Ódiame, pero esta vez
por lo que soy,
no por lo que recuerdas que fui
cuando antaño me mirabas,
nos mirábamos,
sintiéndonos inmunes al paso del tiempo.